El conocido Drago Milenario se
encuentra en el municipio de Icod de losVinos, es un enorme ejemplar de
drago (Dracaena draco) declarado Monumento Nacional en 1917. En la
actualidad es el más grande y longevo que se conoce en el mundo en su
especie. Mide unos 18 metros de altura y tienen un perímetro en la base
de tronco de veinte metros y más de trescientas ramas principales. Sus
flores son preciosas y se estima que en años de buena floración puede
llegar a producir hasta mil quinientos ramos de flores.
El tronco tiene una enorme cavidad que se eleva hasta los 6 m. de
altura, a la que se accede por una puerta. En 1985 se procedió a un
profundo saneamiento y se instaló en el interior del tronco un
ventilador para facilitar la circulación del aire y evitar la
proliferación de hongos. En 1993,el Ayuntamiento de Icod de los Vinos,
desvió la carretera que pasaba a pocos metros del drago, y por fortuna,
en la actualidad, este símbolo vegetal de las Canarias no corre peligro.
La edad del drago ha sido muy discutida a lo largo del tiempo,
barajándose antiguamente en más de 3.000 años, si bien ningún estudio ha
podido confirmar dicha longevidad, siendo la opción más fiable la que
da al Drago de Icod una edad estimada entre los 800 y 1.000 años. En el
entorno del drago existe un parque llamado "Parque del Drago", que
exhibe distintas especies vegetales endémicas de Tenerife.
Existe una leyenda que cuenta que una tarde en la remota antigüedad, cierto navegante mercader llegaba de las costas mediterráneas en busca de sangre de drago..... producto muy en boga y de gran importancia en la elaboración de ciertas preparaciones de la farmacopea, y desembarcó por la playa de San Marcos, de Icod de los Vinos, para llevar a efecto su lucrativo propósito. Estando ya en la playa, sorprendió allí a unas infantas o damas de esta tierra, que conforme al rito tradicional se bañaban solas en el mar aquella tarde veraniega.El intruso navegante las persiguió, logrando apoderarse de una de ellas. Esta trató astutamente de conquistar el corazón del extraño viajero para mejor buscarlo y lograr huir, y mostrándole signos de consideración y amistad le ofreció algunos hermosos frutos de la tierra. Para aquel navegante que venía detrás de la sangre del drago, y traía metido en la imaginación y en el alma el mito helénico de las Hespérides, los frutos que aquella dama de esta tierra le ofreciera, pudieron muy bien parecerle las manzanas del mítico jardín. Mientras él comía gustosamente desprevenido, la bella aborigen saltó ágil al otro lado del barranco, y a todo correr huía hacia el bosquecillo cercano escondiéndose tras la arboleda. El viajero, sorprendido en principio, trató de perseguirla de cerca, pero vio con sorpresa que algo se interponía en su camino, que un árbol extraño movía sus hojas como dagas infinitas, y que el tronco parecido al cuerpo de una serpiente se agitaba con el viento marino y entre sus tentáculos se ocultaba la bella doncella guanche. El navegante lanzó el dardo que llevaba en sus manos, contra lo que a él se le figuró un monstruo, con gran miedo y asombro, y al quedarse clavado en el tronco, del extremo de la jabalina empezó a gotear sangre líquida del drago. Confuso y atemorizado, el hombre huyó laderas abajo, se metió en su pequeña barca y se alejó de la costa, porque iba pensando en su corazón, que había sorprendido en el jardín a una de las Hespérides, a la que salió a defender el mítico Dragón