Si hay en Canarias un yacimiento que merezca el calificativo de espectacular ese es “el Cenobio” del barranco de Valerón. Interpretado desde hace siglos como “cenobio” o “convento” donde se encerraban a las llamadas “harimaguadas”, hoy se reconoce como un enorme granero colectivo, ejemplo evidente de la significación de la actividad agrícola de los canarios, y del poder de las castas dirigentes.
Localizado bajo un arco natural de 30 metros de ancho por 25 de alto y a unos 300 metros sobre el nivel del mar, aparece este extraordinario conjunto de más de 350 cuevas, cámaras, oquedades y silos dispuestas en varios niveles. Tres
elementos, configuran la elección del emplazamiento: la toba, (piroclastos volcánicos cementados) en la montaña conocida actualmente como Montaña del Gallego, fácil de
labrar; lo escondido, el abrigo natural ofrecido por un arco
natural en la montaña y las condiciones de temperatura y humedad lo
hacían ideal para su uso y lo
escarpado, que permite una defensa cómoda ante eventuales ataques.
Las cuevas o silos son de variadas formas y tamaños, comunicándose
algunas entre sí, y se agrupan en varios niveles superpuestos. Existen
aún los escalones excavados en la roca y se cree que estos serían
suplementados con escalas o andamios y cuerdas, que no han dejado rastro
arqueológico.
Las cuevas se cerraban con puertas de material desconocido, conservándose las marcas. Estas se creen que podrían haber sido de madera, lajas de piedra o bien materiales blandos como textiles o pieles. Los huecos de éstos, así como otras ranuras, se sellaban además con una argamasa cenicienta. Todo ello buscaba preservar las cosechas. En el yacimiento se han encontrado ídolos, pintaderas, cerámicas, huesos humanos y cenizas, que se creen pertenecerían a los que custodiaban el granero.